La LCBO de Ontario retira el alcohol estadounidense: una respuesta a los aranceles de Trump

En un movimiento que ha captado la atención tanto de consumidores como de la industria de bebidas alcohólicas, la Liquor Control Board of Ontario (LCBO), la entidad gubernamental que regula la venta de alcohol en la provincia canadiense de Ontario, ha decidido retirar todos los productos alcohólicos provenientes de Estados Unidos de sus estantes a partir del martes 4 de febrero de 2025. Esta medida, anunciada por el premier de Ontario, Doug Ford, responde directamente a los aranceles del 25% impuestos por el presidente estadounidense Donald Trump sobre bienes canadienses, marcando el inicio de una guerra comercial que promete tener repercusiones significativas en ambos lados de la frontera.
 

Un golpe a casi mil millones de dólares en ventas

 
La LCBO, uno de los mayores compradores de alcohol a nivel mundial, manejaba anualmente ventas cercanas a los 965 millones de dólares en vinos, cervezas, licores y seltzers estadounidenses, representando más de 3,600 productos provenientes de 35 estados de EE.UU. Marcas icónicas como Jack Daniel’s, Jim Beam, Tito’s Handmade Vodka y una amplia gama de vinos californianos han sido parte de la oferta que, hasta ahora, los residentes de Ontario podían encontrar en las más de 600 tiendas de la LCBO o a través de su catálogo en línea. Sin embargo, con esta decisión, la LCBO no solo dejará de vender estos productos al público, sino que también suspenderá su distribución mayorista a restaurantes, bares, supermercados y otros minoristas de la provincia.
Ford fue contundente en su declaración: “Cada año, la LCBO vende casi mil millones de dólares en productos estadounidenses. Eso se acabó. A partir del martes, estamos eliminando los productos americanos de los estantes de la LCBO”. El premier también aprovechó para promover el consumo local, sugiriendo que “nunca ha habido un mejor momento para elegir un producto increíble hecho en Ontario o en Canadá”.

Contexto de una guerra comercial

La decisión de la LCBO no ocurre en un vacío. El sábado 1 de febrero de 2025, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que impone aranceles del 25% a casi todos los bienes canadienses, con una excepción del 10% para productos energéticos, argumentando preocupaciones de seguridad fronteriza, incluido el tráfico de fentanilo. En respuesta, el primer ministro canadiense Justin Trudeau anunció represalias inmediatas con aranceles del 25% sobre 30 mil millones de dólares en bienes estadounidenses, seguidos de 125 mil millones adicionales en 21 días, afectando productos como cerveza, vino, bourbon, frutas, ropa y más.

Ontario, la provincia más poblada e industrializada de Canadá, ha decidido ir un paso más allá con esta prohibición en la LCBO, una medida que se alinea con acciones similares en otras provincias como Columbia Británica, Nueva Escocia y Quebec. En Columbia Británica, por ejemplo, el premier David Eby ordenó a las tiendas de licores estatales dejar de comprar productos de los “estados rojos” republicanos, mientras que Quebec pidió a la Société des Alcools du Québec (SAQ) retirar todos los productos estadounidenses de sus estantes.

Impacto en la industria y los consumidores

Para la industria de bebidas alcohólicas, esta decisión tiene un doble filo. Por un lado, productores canadienses de vino, cerveza y licores ven una oportunidad dorada para llenar el vacío dejado por los productos estadounidenses. Michelle Wasylyshen, presidenta de Ontario Craft Wineries, destacó que Canadá, como el mayor mercado para el vino estadounidense, tiene una ventaja estratégica: “Trump no puede dañar a la industria vinícola canadiense de la misma manera que nosotros podemos afectar a la suya al retirar sus productos”. Bromlyn Bethune, de Steam Whistle Brewing, también celebró la medida como una oportunidad para “mostrar verdadero nacionalismo y apoyar empleos canadienses”.

Sin embargo, no todos los productores locales están exentos de preocupaciones. Bill Redelmeier, propietario de Southbrook Vineyards, señaló que los insumos como botellas, muchas de las cuales se importan de EE.UU., podrían encarecerse debido a los aranceles, afectando los costos de producción. Asimismo, Scott Simmons, de la Ontario Craft Brewers Association, advirtió que el aumento en los precios de las latas de aluminio importadas podría impactar a la industria cervecera artesanal.

Para los consumidores, el cambio será notorio. Productos populares como el bourbon Wild Turkey, la vodka Tito’s o los vinos de Robert Mondavi desaparecerán de las tiendas, dejando a muchos buscando alternativas locales o enfrentándose a precios más altos en provincias donde el alcohol estadounidense aún se venda, pero con el incremento del 25% por los aranceles.

Una batalla con historia

No es la primera vez que Canadá usa el alcohol como arma comercial contra EE.UU. Durante la primera administración de Trump, cuando se impusieron aranceles al acero y aluminio canadienses, el país respondió con impuestos del 10% a whiskies y bourbons estadounidenses. Ahora, con una prohibición total en varias provincias, el mensaje es claro: Canadá está dispuesta a “golpear duro”, como afirmó Ford.

Chris Swonger, presidente del Distilled Spirits Council de EE.UU., calificó la medida como “decepcionante y contraproducente”, argumentando que productos como el bourbon y el Tennessee whiskey, que solo pueden producirse en EE.UU., no tienen sustitutos directos que Canadá pueda fabricar. Sin embargo, la presión económica podría forzar negociaciones entre ambos países para evitar una escalada mayor.

¿Qué sigue?

A medida que esta guerra de aranceles se desarrolla, la decisión de la LCBO marca un precedente en la respuesta provincial a las políticas comerciales de Trump. Mientras los estantes se vacían de productos estadounidenses y se llenan de opciones locales, los consumidores y la industria deberán adaptarse a un nuevo panorama. En Ontario, el llamado a apoyar lo “hecho en casa” resuena fuerte, pero el verdadero impacto económico y político de esta medida aún está por verse.

Por ahora, el mensaje de Canadá es claro: si EE.UU. quiere jugar duro, el alcohol será uno de los primeros campos de batalla.