El tequila, reconocido como la bebida más representativa de México, ha tenido un viaje de transformación que abarca siglos. La historia moderna del tequila comenzó a consolidarse a finales del siglo XIX, cuando la bebida empezó a ganar reputación más allá de las fronteras locales. En sus orígenes, el tequila era producción de pequeñas destilerías locales en Jalisco, empleando métodos artesanales transmitidos de generación en generación.
Con el paso del tiempo, el proceso de producción del tequila fue refinándose, adoptando tecnologías modernas y mejores prácticas de destilación, lo que permitió una expansión significativa de su producción a escala industrial. A pesar de este crecimiento, uno de los retos más marcados ha sido preservar la autenticidad y calidad del producto, frente a la creciente demanda tanto en el mercado nacional como internacional.
A nivel mundial, el tequila experimentó un aumento en popularidad durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente con el surgimiento de cocteles como el famoso Margarita. Este auge llevó al tequila a nuevos públicos, convirtiéndolo en una bebida de moda y atrayendo la atención de aficionados al licor de todo el mundo. Hacia los años 80, el tequila comenzó a ser percibido como una bebida de lujo y sofisticación, similar al coñac o el whisky, marcando su transición de una bebida regional a un producto global.
La incorporación del tequila 100% agave revolucionó el mercado, ofreciendo una opción premium que resonó especialmente entre consumidores de alto poder adquisitivo. Esto también fue estimulado por incrementos en los precios de otros licores importados, lo que llevó a muchos a “mexiquilizarse”, es decir, adoptar el tequila como una alternativa sofisticada y culturalmente resonante.
A pesar del éxito global del tequila, el historiador José María Murià advierte sobre los problemas modernos que enfrenta esta icónica bebida. Uno de los asuntos más graves que aborda en su libro “Historia Mínima El Tequila” es la adulteración del tequila. Este problema no solo amenaza la autenticidad de la bebida, sino también la confianza del consumidor en productos etiquetados como tequila.
Otro desafío son las prácticas de sobrexplotación, especialmente en regiones fuera de México, donde hay intentos de producir y vender tequila de manera clandestina. Esto no solo supone una amenaza económica, sino que también pone en riesgo la denominación de origen que protege al tequila genuino, el cual debe producirse en ciertas regiones de México.
El tequila es inseparable del estado de Jalisco, y en particular de Guadalajara, la ciudad que ha visto su evolución de cerca. Sin embargo, como advierte Murià, el crecimiento urbano descontrolado y los problemas sociales contemporáneos también influyen en la producción y exportación del tequila. La sobrepoblación y el asociativo incremento de la delincuencia y la inseguridad han complicado el entorno para la producción agrícola, esencial para el agave, el ingrediente principal del tequila.
Con miras al futuro, es crucial que se establezcan regulaciones y prácticas sostenibles para proteger tanto el medio ambiente como la autenticidad del tequila.
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